jueves, 24 de octubre de 2013

Exprimiendo las influencias al máximo

Child is the father to the man
Blood, Sweat & Tears
Jazz-rock, rock psicodélico, 1968
Hay mentes inquietas que nunca dejan de preguntarse que hay más allá de lo conocido hasta el momento. Se trata de personajes que no soportan la rutina y el estancamiento, por lo que siempre persiguen la mejora de sus especialidades o la ampliación de su repertorio de fundamentos e influencias. Muchos de estos personajes han hecho avanzar la música popular a lo largo de su historia, con especial intensidad en los años finales de la década de los 60, y Al Kooper fue uno de ellos.

Insigne guitarrista y teclista de sesión y acompañamiento de diferentes artistas, Kooper siempre se había mostrado interesado en acaparar la mayor cantidad de experiencias y sonidos, lo que le llevó también a hacer sus pinitos como productor e ingeniero de sonido. Después de militar de forma estable en la banda de Bob Dylan y explayarse a gusto con la experimentación psicodélica de base blues-rock de The Blues Project, Kooper quería iniciar un proyecto más completo, con unas miras musicales más amplias y una formación variada en cuanto a instrumentos, influencias y sonoridades. Así nació Blood, Sweat & Tears, una ambiciosa banda que Kooper solamente capitoneó durante un parte de años y un disco, ya que la abandonó debido a ese carácter inquieto y aventurero en lo musical que siempre le había caracterizado.

Antes de que el guitarrista fundador Steve Katz y el cantante David Clayton-Thomas se hicieran cargo de las riendas de la banda, el producto de este experimento es “Child is the father to the man”, un disco concebido como una obra completa, con su “Overture” y su “Underture”, aunque variado en lo que a ritmos y sonidos se refiere, con el blues y el rock psicodélico como principales bases. Sin embargo, las aspiraciones de Kooper van más allá, por lo que sus canciones muestran un cierto gusto por los giros armónicos y melódicos del jazz, las cadencias funky y soul y ramalazos de estilos menos comunes en la música popular como el género clásico o la bossa nova.

La mayor parte de las canciones se vertebran alrededor de la variedad de intrumentos, que permite la introducción de diferentes soluciones estéticas y melodías, aunque con un estilo marcadamente influido por el rock y el blues y desarrollado sin cortapisas. Esta vertiente psicodélica se deja notar en “I love you more than you’ll ever know”, de clara inspiración blues, y en “My days are numbered”, “So much love” y “I can’t quit her”, de tratamiento más funk, así como en “Somethin’ goin’ on”, un tema de largo desarrollo y pasajes jazzeros que deja espacio para que todos los músicos muestren sus capacidades. También muy imbricadas en los sonidos psicodélicos de la época, aunque con una sonoridad más pop, se encuentran canciones como “Just one smile”, “House in the country”, que incide en las influencias soul de la banda, y “Meagan’s gipsy eyes” y “The modern adventures of Plato, Diogenes and Freud”, de tratamiento más clásico.

Toda esta amalgama de sonidos e influencias, de arreglos variados y experimentos dentro de la escena más o menos habitual de aquellos días, se completa con otras canciones que se salen de los estilos más populares. Así, “Morning glory” nada en el soul y el jazz propio de los grandes crooners, aunque sin alejarse de un cierto regusto pop, mientras que “Without her” se adentra en ritmos menos comunes, como la bossa nova o el swing.

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