jueves, 17 de octubre de 2013

Ética y estética

Wednesday morning, 3AM
Simon & Garfunkel
Folk, 1964
El resurgimiento del folk en los años 60 del pasado siglo no fue casual. A pesar de que sí hubo algunos artistas que se unieron al movimiento por motivos estéticos, para explorar las capacidades expresivas de este tradicional estilo o simplemente sumarse a unos sonidos de moda, fueron los muchos frentes abiertos a nivel político y social, en EEUU pero también en el resto del mundo, los que impulsaron a que se eligiera esta forma de hacer canciones para contar las nuevas realidades o reinterpretar los clásicos con una nueva lectura más apegada a la actualidad.

De este modo, se crea una doble condición en estos nuevos artistas, que mezclan su carácter de grandes poetas, cantantes y letristas con la misión de ser cronistas de su tiempo y voces privilegiadas que representen las ansias de toda una generación. De este modo, unos con más cuidado del empaquetado final y otros con la vista puesta en el mensaje, toda una nueva generación de cantautores y grupos se encargaron de actualizar y revitalizar el pop, haciéndolo interactuar con otros estilos más populares como el pop y el rock. Desde Bob Dylan y Joan Baez a Neil Young y John B. Sebastian y sus Lovin’ Spoonful, todo era nuevo folk.

Para Paul Simon y Art Garfunkel, esto del folk no era algo natural, como si hubieran crecido en una ambiente rural de los estados del Sur o en un pueblo de los Apalaches. Eran de un barrio relativamente acomodado de mayoría judía en Nueva York, por lo que su acercamiento a estos sonidos tradicionales procedía de una inquietud intelectual tan en boga en el ambiente bohemio del Village, así como pasaba en la costa Oeste en la cosmopolita San Francisco. Crecidos como amigos, compartieron las influencias de Elvis Presley y, sobre todo, de The Everly Brothers, cuya forma de armonizar las voces es el descubrimiento capital para la futura carrera musical del dúo.

Este disco de debut, totalmente acústico, muestra esa doble preocupación como artistas y ciudadanos del mundo. Por un lado, las dotes narrativas y líricas de Simon se dejan entrever de una forma muy clara en canciones como “Sparrow”, muy influida por la literatura británica clásica, o “Bleecker street”, de corte más narrativo aunque con fuertes imágenes evocadoras. La culminación artística de la buena pluma, tanto letrística como musical del joven neoyorkino, se deja ver en “The sounds of silence”, el que será su primer gran éxito cuando sea incluido, ya con más arreglos y una banda completa, en el siguiente disco. Por otro lado, el original “Wednesday morning, 3AM” y la versión  “Peggy-O”, ambas de temática amorosa, continúan esta línea de cierta preocupación por las posibilidades estéticas del pop, así como “The sun is burning”, con melodías y armonías que se acercan un poco más al pop, o “Benedictus”, una misteriosa adaptación de un tema tradicional que se convierte en un impresionante ejercicio vocal.

En su faceta más comprometida y contestataria, y al margen de la pertinente versión de “The times they are a-changin´”, omnipresente en casi cualquier disco de una nueva banda de folk en aquellos años, Simon firma una emotiva obra maestra de corte pacifista como “He was my brother”, que se une al otro ejercicio antibelicista del disco, la versión de “Last night I had the strangest dream”. Además, el dúo aborda la interpretación de dos canciones de temática religiosa con una cierta carga sarcástica para denunciar la demagogia de cierta parte de la sociedad y la política de la época, “You can tell the World” y “Go tell it on the mountain”, siempre con sus arreglos vocales nacidos en su pasión por The Everly Brothers.

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