martes, 24 de septiembre de 2013

Virtuosismo al servicio de la canción

Bright size life
Pat Metheny
Jazz, jazz fusión, 1976
El jazz es un terreno propicio para que los grandes instrumentistas puedan mostrar el dominio que tiene de la expresividad de su sonido. Sin embargo, este virtuosismo en ocasiones se convierte en esclavo de sí mismo, en el pretexto único de la canción a interpretar. Es en esos momentos en los que un estilo llamado a ser una de las más altas expresiones del arte musical se convierte en algo más parecido a una carrera, a un ejercicio más físico que emotivo o creativo dispuesto para mostrar las virtudes y capacidades de uno, lejos de ese viejo objetivo de la búsqueda de la belleza que a veces parece olvidarse en determinadas expresiones artísticas.

Pat Metheny sabe lo suficiente de guitarra como para ganar en una de esas ficticias competiciones a cualquiera que se ponga a su lado. Sin embargo, eso no es lo que le interesa. Relacionado con las seis cuerdas desde muy joven, ya en la adolescencia empezó a destacar y a ser invitado y becado por diferentes escuelas y bandas de jazz, y ejerciendo de profesor desde su mayoría de edad. Su virtuosismo, principalmente interpretativa pero también compositor, era evidente, pero debía ser canalizado para que su obra no se convirtiera en una continua búsqueda de nuevos sonidos, técnicas estrafalarias y escalas cada vez más rimbombantes, pero sin sentimiento detrás, algo que sí le ha ocurrido en algunos discos posteriores.

“Bright size life” es el debut discográfico de Metheny, grabado junto a otro joven con pinta de visionario, el bajista Jaco Pastorius, y Bob Moses, un batería algo más experimentado en los escenarios y los estudios de jazz. A pesar de contar únicamente con 21 años en el momento de su grabación, las canciones de este disco presentan una madurez tanto de ejecución como de composición poco habituales en un estilo tan elitista técnicamente como el jazz. Con un sonido limpio de guitarra, sin artificios ni efectos demasiado chirriantes, el autor es capaz de asombrar, emocionar y comunicar a través de ocho canciones instrumentales que pasan por diferentes ambientes gracias a la influencia no solamente del jazz clásico, sino de ritmos latinos, funky e, incluso, los más profanos pop y rock.

El tema que abre y da título al disco resume muy bien lo que se va a encontrar en el álbum, melodías innovadoras pero con base en la tradición y respeto por el jazz ya escuchado pero con una clara intención de fusionarlo para encontrar nuevas formas de expresión. En esta misma línea, además del idilio de “Bright size life” con el funky, se pueden encontrar conexiones de “Omaha celebration” con la bossa nova y otros ritmos latinos, de “Unity village” con las baladas pop-rock y de “Sirhabhorn” y “Midwestern nights dream” con los pasajes instrumentales de ambiente onírico y calmado del rock psicodélico y progresivo, siempre con el sólido dominio de las melodías jazz de fondo.

Sin embargo, no todo van a ser experimentos y fusiones, y Metheny también se desquita de su pasión por el jazz, sostenida en un conocimiento casi enciclopédico de sus formas y modos, con tres canciones que responden más fielmente a este estilo, los acelerados “Missouri uncompromissed” y “Round hip / Broadway blues”, tributo al pionero del free jazz Ornette Coleman, y “Unquity road”, de corte algo más moderno y desestructurado.

martes, 17 de septiembre de 2013

Energía positiva

Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich
Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich
Pop-rock, beat pop, 1966
La efervescencia juvenil de la mitad de la década de los 60 hizo que la música fuera una de las principales vías de escape y de expresión para muchos de estos jóvenes con una conciencia recién adquirida, sobre todo en Gran Bretaña, siempre algo más encorsetada y conservadora que otros países. La irrupción del rock’n roll y de los viejos discos de blues en algunos hogares ingleses supuso una revolución que se vertebró en diferentes sonidos, desde la revitalización blanca del blues al beat pop.

El popular pop de los 60 suponía una revisión un tanto edulcorada del rock’n roll que se conseguía tamizando la rebeldía y el fervor sexual de las letras del estilo primigenio y escogiendo melodías menos agresivas y más vendibles. Dentro de este género, multitud de bandas impusieron un sello distintivo a lo largo de los años con el desarrollo de sus inquietudes, unos hacia terrenos cercanos a la incipiente psicodelia, el barroquismo sonoro o las viejas tonadas folk, como The Beatles o The Kinks, y otros hacia una rabia más rockera, como el Maximum R&B de The Who.

Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich, rebautizados así por la discográfica respondiendo a sus motes reales tras descartar el nombre original de Dave Dee and the Bostons, se encontraban sumidos en esta mezcla de sonidos e influencias cuando comenzaron a grabar su primer disco. Con el fin de que resultara más bailable, los productores pretendían registrar las canciones a un tempo menor para luego acelerarlas en la mezcla final, dando una sensación de mayor velocidad y agresividad. Los músicos no fueron capaces de hacerlo así, por lo que los temas quedaron grabados tal y como eran, con esa indecisión entre la radicalización rock de su sonido o la elección de los estribillos pop como forma de expresión y, sobre todo, de comercialización de su música.

Ese doble rasero se detecta perfectamente en este primer disco homónimo. En sus 13 cortes, parecen ganar por número e intensidad los intentos algo más rockeros, si bien las melodías y armonías pop tan presentes en el ambiente tenían un sitio más que destacado. Así, el disco se abre con “DDD-BMT”, una especie de presentación del grupo sobre una base de enérgico power-pop muy similar al mayor éxito de este disco “Hold tight”, descarga rockera directa a los primeros puestos de las lista de ventas. En este mismo abanico de canciones, se encuentra “Frustration”, una llamada a la rebelión juvenil, así como “Hard to love you”, que presenta un tratamiento rockero aunque con una melodía más que vendible a las radios, y “No more love”, que se permite una discreta incursión en otros sonidos y experimentos cercanos al pop psicodélico del otro lado del Atlántico. El disco se cierra con “Double agent”, uan canción que muestra a las claras las influencias rock’n roll y rhythm’n blues de este grupo, aunque siempre sin deshacerse del regusto pop tan presente en la época.


La vertiente más abiertamente pop del grupo se deja notar en otras composiciones, como “All I want to do” o “We’ve got a good thing goin’”, que tiene ciertas reminiscencias a las populares composiciones del soul de la Motown tan de moda en esos años. También buscando la fácil escucha, aunque con fórmulas algo distintas, se encuentra “No time”, que reúne todos los elementos propios del beat pop, aunque con un ritmo del vals que la diferencia de otras composiciones, o “Nose for trouble”, que toma cierta sonoridades del country y el folk a pesar de sus melodías totalmente reconocibles. También hay espacio para un par de baladas en este disco, “Here’s a heart” y “After tonight”, dos temas que responden claramente a la época y las circunstancias musicales en los que fueron creados.