jueves, 6 de marzo de 2014

A las puertas del futuro

Milestones
Miles Davis
Jazz, 1958
El cometido del artista, sea cual sea su forma de expresión, es desafiarse en cada nueva obra, tratar de encontrar nuevos caminos, ya sean novedosos o simplemente más útiles para alcanzar sus objetivos comunicativos o emocionales. Hay quienes, después de una larga vida de innovaciones y actualizaciones o simplemente por agotamiento del talento, terminan acomodándose dentro de una fórmula fácil para mantener la actividad, mientras otros, ya sea por ética de trabajo o exuberancia de creatividad, no pueden resistirse a seguir creando de forma totalmente original, con mejores o peores resultados.

Miles Davis es un ejemplo claro de esta segunda tipología. Deslumbrante talento a la trompeta desde los 16 años, codeándose con figuras como Dizzy Gilespie o, su mentor, Charlie Parker apenas cumplida la mayoría de edad, asombró por su capacidad de llevar al límite las melodías jazz de sus antecesores, superar en velocidad, creatividad e, incluso, clarividencia a sus maestros, reunir a su alrededor verdaderas estrellas que estaban dispuestas a pasar a un segundo plano por estar la lado del genio y, sobre todo, ser un culo de mal asiento en lo musical. De este modo, no le bastó con dominar las melodías tradicionales o con acelerar el ritmo de sus dedos y su cerebro en largos discursos de corte bebop y hard bop, convirtiéndose en el referente indiscutible del modern jazz, ese que ya ha cumplido casi 70 años, sino que también introdujo reflexiones más sesudas en lo musical, con verdaderos tratados sobre el ritmo, la armonía y la mezcla de estilos e influencias.

Este “Milestones” marca la transición entre dos etapas en la creación de Davis. Editado un año antes de esa obra maestra llamada “Kind of blue” y grabado junto al espectacular y estelar quinteto reunido a su alrededor en esos años (John Coltrane al saxofón tenor, Julian “Cannonball” Aldrey al saxo alto, William “Red” Garland al piano, Paul Chambers al contrabajo y “Philly” Joe Jones a la batería), el disco abunda en el virtuosismo y la maestría de todos sus intérpretes con melodías aceleradas, como en los años anteriores, pero también presenta la que será la nueva obsesión de Miles en sus siguientes creaciones y reinterpretaciones, la exploración del uso modal de las escalas y su aplicación estética y, sobre todo, comunicativa.

El tema que da título al álbum es probablemente la canción en la que más se denota esta nueva línea de trabajo. “Milestones” presenta dos partes claramente diferenciadas, en las que Adderley, Davis y Coltrane se reparten el protagonismo y la necesidad de exprimir sus conocimientos musicales para sacar adelante las nuevas melodías que exige este original experimento.

Sin embargo, como suele ocurrir con músicos de tanto talento e inventiva, máxime en una época especialmente centrada en la exuberancia instrumental, el disco termina cayendo en los terrenos del bebop y, en menor medida, hard bop, esos dos términos jazzísticos que definen el exceso de verborrea de sus intérpretes, principalmente a los vientos. Hay canciones de ritmo acelerado, como “Dr. Jackle” ("Dr. Jeckyll", según la versión del disco) y “Two bass hit”, con estribillos muy bien encajados por los saxofonistas y el trompetista, o “Billy boy”, dominado en su parte ‘coral’ por las melodías con acordes típicas de Garland, así como otras de cadencia más swing o, incluso, con cierto toque blues, como “Sid’s ahead” y “Straight, no chaser”, que además tienen hueco para que todos los miembros de la banda demuestren sus capacidades.

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