A long time
comin’
The
Electric Flag
Blues-rock,
soul-rock, 1968
Cuando el capitán abandona el barco, otro de los tripulantes
ha de ponerse a los mandos o la cosa acaba en naufragio. La historia de la música
popular nos ha dado abundantes ejemplos de cómo la renuncia de un líder
creativo, ya sea por motivos psicológicos, emocionales, religiosos o de cariz más
mundano, puede llevar a una boyante banda al más estrepitoso de los fracasoso,
significar un nuevo comienzo tras un cambio de rumbo o hacer nacer una estrella
tan brillante o más que su antecesor.
La historia de The Electric Flag es tan corta como intensa. Mike
Bloomfield ya había militado a mediados de los 60 en multitud de grupos de
blues y rock, codeándose con personalidades de todo tipo, por lo que se decidió
a crear el que sería su proyecto definitivo. El objetivo era reunir todas sus
influencias, que iban desde el soul al folk pasando, evidentemente, por sus
estilos de cabecera, creando para ello la ambiciosa etiqueta de American Music.
Para ello, reclutó a algunos viejos colaboradores, como el bajista Harvey
Brooks y el teclista Barry Goldberg, y a una potente sección de vientos y un
cantante y guitarrista con cierto carisma. Faltaba solamente una pieza, alguien
que marcara el ritmo, para lo que le recomendaron a un joven Buddy Miles que
era ya la sensación de la banda de Wilson Pickett tanto en la batería como en
labores más protagonistas.
Después de la banda sonora de “The trip”, proyecto casi en
solitario de Bloomfield aunque firmado por la banda, “A long time comin’” debía
ser la primera piedra del nuevo proyecto comandado por el experimentado
guitarrista. Y así empezó, pero algo se cruzó en el camino. En plena grabación,
la adicción a la heroína de Bloomfield y, en menor medida, de Goldberg hizo que
el grupo quedara descabezado. En ese momento, y con la urgencia que da la juventud,
Miles se hizo cargo del liderazgo perdido, arreglando y recomponiendo algunas
canciones y cantando pasajes que hubiera correspondido a sus compañeros. Al
final, el producto no difiere tanto de lo que, supuestamente, pretendía
Bloonfield: canciones que bebían de estilos esenciales como el blues y el soul
pasado por el tamiz rockero que los chicos blancos le dan a todo y con algunos
toques de la libertad hippie-psicodélica
imperante en aquellos años.
Las intenciones de la nueva banda quedan claras en la
primera canciones del disco, “Killing floor”, una versión de un viejo blues de
Howlin’ Wolf con una cadencia funky, una guitarra rabioso y multitud de
arreglos de viento y órgano. Ese gusto por los ritmos negroides se dejan notar
en las marchosas y bailables “Groovin’ is easy” y “Over-lovin’ you” y en las
baladas “You don’t realize” y “Sittin’ in circles”, todas ellas con una fuerte
influencia del soul, aunque con un tratamiento más rockero. El blues está mas
que presente en “Wine”, versión del clásico “Drikin’ wine spo-dee-o-dee” con una acentuada cadencia
swing, y en la ardiente y apasionada balada “Texas”, así como en el breve
fragmento instrumental que cierra el álbum, “Easy rider”.
Sin embargo, el componente
interracial de las influencias de la banda y el peso de la música y el ambiente
de la época también se dejan notar en estas canciones. Así, “She should have
just” mezcla el sabor soul con algunos devaneos con el pop psicodélico. Por su
parte, “Another country” explota todas las capacidades de la banda, uniendo
sonidos y cadencias procedentes del jazz, el blues, la música latina y el rock de
la época y dejando espacio para largos desarrollos instrumentales y sonoros de
todo tipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario