The Muddy
Waters Woodstock album
Muddy
Waters
Blues, 1975
A pesar de esos dichos acerca de que nadie es profeta en su
tierra y de que los verdaderos visionarios no son comprendidos en su tiempo, el
artista siempre busca, de forma más o menos evidente, el entendimiento de sus
contemporáneos. Y es que, más allá del talento, las inquietudes creativas o el
alma atormentada, de algo hay que vivir, por lo que siempre es una buena
noticia que uno se encuentre con nuevos seguidores o músicos de nuevo cuño
dispuestos a echarle un cable para mantener la actividad.
El caso de Muddy Waters tiene mucho de esto de confiar en la
bondad de los desconocidos. Después de una exitosa carrera durante casi dos décadas,
con el lanzamiento de hasta cuatro singles al año durante los 40 y los 50, la mítica
compañía Chess dejó al bueno de McKingley Morganfield como uno de sus artistas
de segunda categoría a finales de los 50. Sin embargo, y a pesar de llevar a
cabo algunos trabajos manuales en
algunos momentos de la siguiente década para complementar sus ingresos, el
cantante y guitarrista decidió seguir adelante con su carrera. Fueron algunos viejos
compañeros de batallas y, sobre todo, los músicos blancos de la generación
posterior los que le animaron y ayudaron a seguir en el candelero, gente como
The Rolling Stones, Rory Gallagher o, ya en los últimos compases de su carrera
y de su vida, Johnny Winter.
“The Muddy Waters Woodstock album” responde claramente a
este tipo de colaboraciones en las que la admiración de los alumnos por el
maestro se mezclan con las ganas del experimentado bluesman de trabajar con talentosos y jóvenes músicos que han
crecido escuchando sus viejas canciones. En este caso, el proyecto nace de
Levon Helm, batería y cantante de The Band, un entusiasta del blues de Chicago que
consigue reclutar a algunos de sus coetáneos, como el teclista de su banda,
Garth Hudson, y el armonicista Paul Butterfield, ambos vecinos de la fría
Woodstock y también admiradores de los viejos héroes de la música tradicional,
así como a otros habituales colaboradores de The Band o de su nuevo sello, RCO,
como el productor Henry Glover, el guitarrista y bajista Fred Carter o el saxofonista
Howard Johnson. La plantilla se completa con algunos de los viejos
colaboradores de Waters, como el pianista “Pinetop” Perkins y el guitarrista
Bob Margolin. Esta unión de dos generaciones distintas, con músicos de
personalidad tan marcada, se deja notar en un disco de blues de Chicago de toda
la vida. Sin trampa ni cartón, pero con el inconfundible estilo del Helm a la
batería y la peculiar musicalidad de Hudson en los arreglos para apoyar las
frases de la guitarra slide de Waters
y su voz pantanosa, tan viejas e inmutables como el propio sentimiento del
blues.
El tema que abre el disco, “Why are people like that”, es la
única concesión, una canción con un sentimiento y sonido blues pero con un
ritmo más cadencioso, más funky, fruto del peculiar sentido rítmico de Helm. El
resto blues. Lo hay lento, baladas escritas por Waters, unas en la época
heroica y otras de nueva creación, pero todas interpretadas con el sentimiento
que siempre ha caracterizado a su voz y su slide.
En este grupo se incluyen “Born
with nothing”, “Funny sounds” y “Love, deep as the ocean”.
Y también hay canciones más festivas, ese rhythm’n blues en
el que el viejo Morganfield deja el protagonismo instrumental al piano y la armónica
(y en algunos casos al acordeón y el órgano), e incluso en ocasiones hasta la
voz cantante en algunos pasajes. Así, se pueden encontrar en el disco canciones
como “Going down to Main Street” y las nuevas versiones de canciones como “Caldonia”,
“Let the good times roll” y “Kansas city”.
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