Sweet southern
soul
Lou Johnson
Soul, 1969
La historia de la música popular nos ha dejado multitud de
casos que, a pesar de tener muchos factores a favor, no consiguen que su obra
se vea reconocida por el éxito, ya sea de público o de crítica. En ocasiones,
la culpa es de la propia industria, incapaz de absorber y publicitar tanto
nuevo producto, lo que provoca que unos sobresalgan sobre otros a ojos de los
consumidores finales. En otras ocasiones, es el propio artista el que, a pesar
de contar con los mejores mimbres para hacer sus discos, no tiene el nivel
suficiente para alcanzar la excelencia que se le presupone.
El caso del Lou Johnson mezcla ambos supuesto. Es cierto que
el cantante en cuestión contaba con una gran experiencia en coros de gospel y
nociones más que avanzadas de teclado y percusión y que pronto, tras un par de
grupos medianamente exitosos a nivel local en el área de Nueva York, consiguió
un buen contrato como cantante solista y se le asignó una de las mejores
parejas de compositores del Brill Building, Burt Bacharach y Hal David. Sin
embargo, los éxitos no llegaban, más que con alguna incursión no demasiado alta
en el Top 100, por lo que sus singles y, posteriormente, discos fueron
deambulando por diferentes sellos discográficos y distribuidoras, cada vez con
menos nombre y cada vez más al Sur, muy apropiado por su manera de abordar el
soul.
“Sweet southern soul” es casi un epitafio, a pesar de que unos
años después consiguiera grabar algún disco más, y por ello Johnson elige una
colección de viejas canciones que le gustaba cantar o que le emocionaban, tanto
dentro de la música negra como en otros estilos. Como gran homenaje de prácticamente
fin de carrera, el disco fue grabado con la producción de Jerry Wexler, gran
capo de Atlantic, y con el personal y, sobre todo, los músicos del mítico
estudio de la compañía en Muscle Shoals, Alabama.
El mejor momento del disco es, sin duda, la versión de la
balada country “She thinks I stills care”, con un tratamiento de sugerente medio
tiempo soul sureño a la altura de algunos de los grandes del género. De este
modo, el resto del disco, en el que, además, la selección del repertorio no es
especialmente brillante, palidece y es una muestra de esa cierta irregularidad
que hizo que Johnson no disfrutara de una carrera más brillante. En general,
abundan las baladas de varios tipos, y solamente “The magic moment”, con un
tratamiento algo más pop, “Rock me, baby”, de ritmo cercano al funk, y “Tears,
tears, tears”, más cadenciosa y bailable, elevan un poco la velocidad del
disco.
Entre las baladas, Johnson opta por sacar su lado sensible, con canciones
como “It’s in the wind”, “Please stay” y “I can’t change”, aunque también
explota el lado sensual de soul sureño con temas como “Move and groove together”
y “Don’t play that song (You lied)”. La herencia del blues y, en menor medida,
el gospel se dejan notar en “People in love”, que se encuentra entre lo mejores
momentos del disco, y “Gypsy woman”, que lamentablemente termina cayendo en el
terreno sensiblero según se acerca su final.
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