Safe at home
The International Submarine Band
Country-rock, 1968
Por mucho que en ocasiones se considere genios a algunos grandes creadores, sea en la disciplina artística que sea, normalmente suele haber una gran cantidad de horas de trabajo de las que el público no es consciente, previas a ese status de estrella, al momento en que la inspiración finalmente hace aparición en la forma adecuada. De este modo, antes de que los grandes músicos forjen su leyenda y se encaramen al olimpo creado por la industria, los medios de comunicación y los seguidores, suelen tener alguna experiencia iniciática, un grupo en el que ir puliendo tanto sus cualidades técnicas como sus capacidades creativas, incluso en el que empezar a empaparse de los sonidos que finalmente les ortorgarán la inmortalidad.
En esta línea, antes de que le fuera reconocida la invención del country-rock en el “Sweetheart of the rodeo” de The Byrds y de que intentara unir todos los estilos norteamericanos en una nueva música cósmica con The Flying Burrito Brothers, Gram Parsons fue un estudiante de Teología en la Universidad de Harvard, más preocupado en las experiencias lisérgicas y en sacarle unos dólares a la guitarra que en aprobar sus exámenes. Después de sondear la escena local con un proyecto de corte folk, uno de los estilos más de moda en aquel momento, y de juntarse con músicos de todo pelaje, decidió hacer caso a un compañero de estudios, John Nuese, y centrarse en hacer el country más accesible a los nuevos gustos de la juventud. Así surgió The International Submarine Band, formación que vivió separaciones y mudanzas de costa a costa de los Estados Unidos hasta que consiguió un puñado de canciones y, por fin, un debut discográfico, lo que no significó estabilidad para la banda, que tuvo que ver cómo su inquieto líder abandonaba sus filas para dirigirse a destinos más brillantes y, precisamente por la imposibilidad de su sustitución, el lanzamiento de su disco se posponía alarmantemente.
“Safe at home” es un ejercicio de acercamiento de Parsons a este estilo, un trabajo ligero, podría que decirse que meramente técnico, lejos de las profundidades emocionales de las que será capaz más adelante. Con estas nueve canciones, el horizonte del country-rock se despliega, tanteando cuáles son las herramientas del estilo tradicional que son aplicables a las nuevas canciones y, sobre todo, qué elementos reconocibles, como el omnipresente pedal steel, pueden incluirse para dar unidad estética al recién nacido género.
Parsons y sus compañeros optan por las canciones de ritmo más bien animado para este primer experimento, ya que son las que más se prestan al uso del pedal steel, a la inclusión de armonías vocales y, por qué no decirlo, a un cierto tratamiento pop. Así, el disco cuenta con ejemplos de este hermanamiento entre lo nuevo y lo viejo, como “Blue eyes”, “I must be somebody else you've known”, “I still miss someone” o “Strong boy”, además de experimentos algo más aventurados como el medley de “Folsom prison blues” y “That's alright”, que mezcla ritmos, melodías, usos y costumbres de todos los estilos al alcance de los músicos, desde el pop del momento al rock'n roll clásico pasando por el rhythm'n blues y, evidementemente, el country.
Además, el álbum contiene otros ejercicios más ortodoxos, como la balada “Do you know how it feels to be lonesome?”, el country waltz “A satisfied man”, el ritmo de carretera de “Luxury liner” o los aires puramente campestres de “Miller's cave”.