Teenage
head
Flamin’ Groovies
Garage rock,
pop-rock, power pop, punk-rock, blues-rock, 1971
El abismo que se despliega ante el artista siempre genera dudas.
Muchos son aventurados y se lanzan decididos a lo desconocido con la única
antorcha de la confianza en su propio talento, mientras que otros prefieren dar
vueltas por la tierra firme y resguardarse en aquello que, no por muy repetido,
está peor hecho. Hay una tercera opción, que es la de adentrarse en nuevos
caminos sin descuidar el bagaje cultural y, en este caso, musical que uno lleva
en su equipaje.
Flamin’ Groovies surgió de la efervescencia de mediados de
los 60 en San Francisco y, como algunos otros grupos de la época, decidieron dejar
la delicadeza de las armonías vocales y la de los experimentos formales y
sonoros para otros. Lo suyo seria el rock’n roll, aunque con un punto más de
fiereza que sus antecesores. De esta forma, la banda, capitaneada por Cyril
Jordan y Roy Loney, se dedicaría a eso que empezaba a llamarse garage rock y que, con la irrupción
apenas una década después de unos seguidores aún más ruidosos, recibiría la
etiqueta de protopunk por parte de
algunos críticos. Sin embargo, además de las ganas de velocidad y decibelios,
los Groovies también tenían una cierta inquietud estética por las melodías, por
lo que se caracterizaron entre sus coetáneos por un cierto carácter de pop
rabioso, algo que se pondría muy de moda apenas unos años más tarde.
Quizás por convencimiento personal o puede que para
diferenciarse de sus coetáneos, Flamin’ Groovies siempre mostró una cierta
influencia de los grandes estilos fundacionales, más allá del rock’n roll que,
desde sus primeros pasos, versionaban con fiereza. De este modo, el blues y el
folk también se colaban habitualmente en sus canciones, a veces de manera velada,
en forma de ciertos fraseos o estructuras, y en otras ocasiones de forma explícita
en la inspiración o el tratamiento sonoro de las canciones. Su reinterpretación
de los sonidos tradicionales ve en este “Teenage head”, tercer álbum de la
banda, último con la formación original intacta y uno de los más celebrados por
sus seguidores, su máximo exponente, con un buen puñado de canciones que, no
solamente beben, sino que responden de forma tremendamente ortodoxa a las
reglas del juego de los estilos originales.
De este modo, el tema que da título al disco muestra ese carácter
garage habitual de las canciones de la banda, con guitarras distorsionadas, cierta
pose altiva y el rock’n roll descarnado como bandera. A pesar de ello, el gusto
por las melodías y el cierto regusto power pop también está presente en sus
temas cañeros, con ejemplos como “High flyin’ baby”, “Yesterday’s numbers” y,
sobre todo, “Have you seen my baby?”.
La otra mitad del disco está dedicada enteramente a los
estilos tradicionales. Así, el rhythm’n blues está representado por “Doctor
boogie”, con sus toques de rock’n roll y, evidentemente, de boogie, y “32-20”, que
incluye algunos ramalazos campestres. Un paso más allá va “Evil hearted ada”,
canción bailable de inspiración rockabilly tanto en lo lírico como en lo musica,
interpretada, asimismo, con una ortodoxia que pareciera proceder de una década
antes. Más tranquilos son los experimentos folk: las baladas “City lights”, de resonancias
country, y “Whiskey woman”, con un toque algo más hippie y rockero en algunos
momentos.
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