Milestones
Miles Davis
Jazz, 1958
El cometido del artista, sea cual sea su forma de expresión,
es desafiarse en cada nueva obra, tratar de encontrar nuevos caminos, ya sean
novedosos o simplemente más útiles para alcanzar sus objetivos comunicativos o
emocionales. Hay quienes, después de una larga vida de innovaciones y
actualizaciones o simplemente por agotamiento del talento, terminan acomodándose
dentro de una fórmula fácil para mantener la actividad, mientras otros, ya sea
por ética de trabajo o exuberancia de creatividad, no pueden resistirse a
seguir creando de forma totalmente original, con mejores o peores resultados.
Miles Davis es un ejemplo claro de esta segunda tipología. Deslumbrante
talento a la trompeta desde los 16 años, codeándose con figuras como Dizzy
Gilespie o, su mentor, Charlie Parker apenas cumplida la mayoría de edad,
asombró por su capacidad de llevar al límite las melodías jazz de sus
antecesores, superar en velocidad, creatividad e, incluso, clarividencia a sus
maestros, reunir a su alrededor verdaderas estrellas que estaban dispuestas a
pasar a un segundo plano por estar la lado del genio y, sobre todo, ser un culo de mal asiento en lo musical. De este modo, no le bastó con dominar las melodías
tradicionales o con acelerar el ritmo de sus dedos y su cerebro en largos
discursos de corte bebop y hard bop, convirtiéndose en el referente indiscutible
del modern jazz, ese que ya ha
cumplido casi 70 años, sino que también introdujo reflexiones más sesudas en lo
musical, con verdaderos tratados sobre el ritmo, la armonía y la mezcla de
estilos e influencias.
Este “Milestones” marca la transición entre dos etapas en la
creación de Davis. Editado un año antes de esa obra maestra llamada “Kind of
blue” y grabado junto al espectacular y estelar quinteto reunido a su alrededor
en esos años (John Coltrane al saxofón tenor, Julian “Cannonball” Aldrey al
saxo alto, William “Red” Garland al piano, Paul Chambers al contrabajo y “Philly”
Joe Jones a la batería), el disco abunda en el virtuosismo y la maestría de
todos sus intérpretes con melodías aceleradas, como en los años anteriores,
pero también presenta la que será la nueva obsesión de Miles en sus siguientes
creaciones y reinterpretaciones, la exploración del uso modal de las escalas y
su aplicación estética y, sobre todo, comunicativa.
El tema que da título al álbum es probablemente la canción
en la que más se denota esta nueva línea de trabajo. “Milestones” presenta dos
partes claramente diferenciadas, en las que Adderley, Davis y Coltrane se
reparten el protagonismo y la necesidad de exprimir sus conocimientos musicales
para sacar adelante las nuevas melodías que exige este original experimento.
Sin embargo, como suele ocurrir con músicos de tanto talento e inventiva,
máxime en una época especialmente centrada en la exuberancia instrumental, el
disco termina cayendo en los terrenos del bebop y, en menor medida, hard bop,
esos dos términos jazzísticos que definen el exceso de verborrea de sus intérpretes,
principalmente a los vientos. Hay canciones de ritmo acelerado, como “Dr.
Jackle” ("Dr. Jeckyll", según la versión del disco) y “Two bass hit”, con estribillos muy bien encajados por
los saxofonistas y el trompetista, o “Billy boy”, dominado en su parte ‘coral’
por las melodías con acordes típicas de Garland, así como otras de cadencia más
swing o, incluso, con cierto toque blues, como “Sid’s ahead” y “Straight, no
chaser”, que además tienen hueco para que todos los miembros de la banda
demuestren sus capacidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario