The hawk
Ronnie
Hawkins
Rock’n roll, country-rock, 1971
El dicho de que nadie es profeta en su tierra se cumple en
ciertas ocasiones en el negociado musical, y artístico en general. En
ocasiones, el reconocimiento a un determinado creador o showman no se produce en el lugar o, más habitualmente, el el
tiempo adecuado, siendo premiado con el beneplácito de la crítica o de la
audiencia lejos de casa o de su mejor momento de forma. Ronnie Hawkins es
contemporáneo de los mejores pioneros del rock’n roll primerizo y, a pesar de
una temprana afición y dedicación por la música, no consiguió abrirse un hueco
en los escenarios de la época en Estados Unidos.
Nacido dos días antes que Elvis Presley en Arkansas, comenzó
a actuar con The Hawks recién cumplida la mayoría de edad, pero fue
precisamente en el club que poseía cerca de casa, por el que pasaron varios de
estos pioneros del rock’n roll, donde se dio cuenta de que sería uno más de
esos que no alcanzaban el éxito quedándose en casa. Fue Conway Twitty, un habitual
en el escenario del garito de The Hawk, quien el recomendó que probara suerte
en la vecina Canadá, tierra sedienta de auténticos rockeros del Sur y no
demasiado atractiva para las grandes estrellas del género. A partir de ahí nace
una carrera relativamente existosa que, en más de cincuenta años del rock’n
roll, ha permitido descubrir y juntar a los miembros de The Band, grabar con
todo tipo de artistas del country y el rock de ambos lados de la frontera y, más
recientemente, recibir la Orden de Canadá.
“The hawk” (el primero de una saga de hasta tres discos
distintos bajo este título en más de una década) se grabó cuando el cantante ya
había ganado cierta repercusión en Estados Unidos tras ser toda una celebridad
en Canadá, al haber revolucionado el panorama introduciendo el rock’n roll y
perpetuando el rockabilly en aquellas tierras. Sin embargo, para este
lanzamiento, Hawkins cuenta con músicos estadounidenses de renombre, tales como
Duane Allman a la guitarra, Donald “Duck” Dunn al bajo o los Memphis Horns en
los arreglos de viento, y modera un tanto su lenguaje para abordar un estilo
por el que siempre había sentido un gran respeto, si bien su carrera no le había
dejado practicar con tanta frecuencia, el country.
Así, más de la mitad de las canciones del álbum tienen esta
inspiración campestre, muy del estilo de su Arkansas natal, como “Don’t tell me your troubles”, una canción marchosa de sonoridad totalmente country, que
anticipa uno de los mejores momentos del disco, “Patricia”. Sin embargo, esta
parte del disco destaca principalmente por la intimidad de temas más melancólicos,
baladas como “The girl came from Baltimore”, la inspirada “Odessa”, “Treasure
of love” y “Black sheep boy”, bien secundadas por un medio tiempo de influencia
folk y cierta tristeza en su temática, “Leaves that are green”.
Pero alguien dedicado al rock’n roll durante más de una década no podía
olvidarse tan rápido del estilo que le había dado de comer tantos años, por lo
que aprovecha la otra mitad del disco para mostrar cómo se abordan este tipo de
canciones desde distintas sonoridades. Así, “Ooby doobie”, “Lonely weekends” y “The red rooster” responden, con sus diferencias, al patrón del rock’n roll clásico,
mientras que “Sick and tired” busca ritmos más juguetones y cadenciosos y “Drikin’
wine spo-dee-o-dee” recoge la tradición del rhythm’n blues que sirvió de base a
los pioneros del rock’n roll.
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