viernes, 26 de diciembre de 2014

El precio de la precocidad

Solid air
John Martyn
Folk-rock, folk-jazz, psicodelia, 1973
El virtuosismo o la inspiración, cualidades más que notables en el proceso de creación musical, son dos características que pueden surgir de forma natural o tras años de estudio y dedicación. En el caso de que la genialidad se manifieste de forma innata y, además, en los años de juventud y acompañado de un cierto éxito, puede significar un tortuoso camino para el artista en cuestión, ya que la curiosidad propia y la responsabilidad hacia su audiencia le obligarán, en cierto modo, a no quedarse parado y salir en busca de nuevos sonidos e influencias que satisfagan los requisitos de la ética artística.

Ése es el caso de John Martyn, un aficionado al folk que tuvo la suerte de dar el salto a la primera división del negocio británico de mediados de los 60 con apenas 17 años. Gracias a este inicio tan precoz, tuvo tiempo para que los sonidos tradicionales de sus primeras grabaciones fueran viéndose inundados por toques de blues primero y por melodías e instrumentaciones de jazz después, a la vez que él iba añadiendo efectos al sonido de su guitarra acústica. De este modo, con apenas 25 años, ya había probado diferentes estilos, sonoridades e, incluso, se había embarcado en un grupo con su esposa, una carrera en evolución constante.

Y en ese momento llegó "Solid air", su disco más exitoso y completo, con espacio para expresar todas las influencias que, hasta el momento, habían ido apareciendo en su música. Así, el folk es el principal hilo conductor y el andamiaje que soporta toda la estructura, el blues es el sentimiento que en ocasiones encabrita algunos pasajes o dota de raíces o de emoción estas canciones, el jazz hace su aparición en arrebatos instrumentales y en melodías inconcebibles y la psicodelia se apodera con frecuencia de la temática o la forma de sus composiciones.

El tema que da título al disco, dedicado al también cantautor británico Nick Drake, da una buena pauta de lo que será el disco: una colección de canciones con cierta carga reflexiva y emotiva que emplean elementos psicodélicos o sonoridades jazz para dotar de nuevos ambientes a su construcción folk. Así, pueden encontrarse en este álbum temas folk con espíritu experimental como la balada "Don't want to know", "Dreams by the sea" y "The man in the station", además de la versión del clásico del blues "I'd rather be the devil", que también explora los límites sonoros propios de la psicodelia, aunque con un carácter más rock.

Además de este gran cantidad de ejemplos de experimentación y búsqueda de nuevas soluciones expresivas, también hay ejercicios estilísticos más ortodoxos en este "Solid air". Así, con el folk-rock más convencional como guía, Martyn propone la pegadiza "May you never", la tradicional "Over the hill" y la balada "Go down easy", mientras que recurre a otra de sus principales influencias, el blues en sus diferentes formatos, para cerrar el álbum con "Easy blues". 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Conciencia

Is it because I'm black
Syl Johnson
Soul, 1970
Existen géneros musicales fuertemente anclados por la tradición a la narración de las penas y glorias de determinados héroes y bandidos o a la denuncia de distintas situaciones sociales y políticas, un menú musical contestatario que se ha visto incrementado con el paso del tiempo y las generaciones de músicos. Así, mientras el blues y el folk fueron las primeras fórmulas que empleaba la música tradicional para lanzar este tipo de mensajes, ahora el rock, el rap o el punk, y prácticamente cualquier estilo aunque de forma menos habitual, también se han convertido en vehículo para mostrar esta conciencia social de los artistas.

De este modo, el soul, música suave y tradicionalmente fácimente vendible entre todos los públicos, se convirtió en un arma más para la lucha por los derechos civiles de la población negra en los años 60, ya que era una expresión cultural con una marcada denominación de origen en este colectivo. Si grandes estrellas como San Cooke o Marvin Gaye coquetearon con estos mensajes durante su exitosa carrera, hubo otros que hicieron de las canciones su trinchera y son recordados precisamente por la ingente cantidad de obra de temática negra que pusieron en circulación en los años más intensos de la reivindicación racial.

Ese es el caso de Syl Johnson, un guitarrista del montón en el siempre efervescente ambiente del blues de Chicago que, después de respirar mucho humo en los clubes de su ciudad acompañando a frontmen de diferente calibre e, incluso, grabar algunos singles bajo su propio nombre, fue fichado como compositor y productor por una pequeña discográfica. Fue entonces cuando se dio cuenta de que las canciones de denuncia social le quedaban especialmente inspiradas y tenían bastante tirón en buena parte del público de la compañía. De hecho, "Is it because I'm black", tanto en formato single como en su edición en larga duración, fue el mayor éxito de ventas de su larga carrera.

Así, gran parte de las canciones incluidas en éste, su segundo disco, comparten forma con la canción homónima: ritmo cadencioso, tempo medio cuando no lento, voz sugerente y lírica un tanto dramática y, en ocasiones, lastimera. Además de la larga diatriba (en el sentido clásico de la expresión) que supone "Is it because I'm black", se incluyen en este grupo "Together forever", "I'm talkin' 'bout freedom" y "Concrete reservation", de ritmo algo más funky.

Sin embargo, el tono del bueno de Johnson no es siempre tan grave y se guarda algunas concesiones a la pista de baile o a la temática romántica. Así, el disco contiene un delicioso medio tiempo soul como "Black balloons", una revisión del éxito de The Beatles "Come together" y dos canciones pensadas para el baile, "Walk a mile in my shoes" y "Right on".