On every
street
Dire
Straits
Rock, 1991
La sombra de Mark Knopfler y sus Dire Straits es alargada. A
pesar de ser una banda poco prolífica en los estudios, con apenas seis discos
editados en casi tres lustros de andadura musical, sí se prodigaron en sus actuaciones en
directo con frecuentes y prolongadas giras y, sobre todo, consiguieron renovar la cara del rock’n roll de la
época, creando un estilo personal y más que reconocible dada la calidad de sus interpretaciones y la peculiar voz y
la virtuosa guitarra de su líder y principal compositor.
Desde sus primeras actuaciones a finales de los 70 y su
primer disco en 1978, Dire Straits se convirtió en la nueva cara del rock, con
un tratamiento austero y cuidado de sus canciones, sin los prejuicios propios
de la época del punk y la new wave por bajarse un poco el volumen para
favorecer arreglos y una mayor sensibilidad a la hora de abordar cada tema. De
este modo, con un sonido más adulto que la mayor parte del rock hecho hasta
aquel momento y algún que otro hit radiofónico, la banda de Mark Knopfler
consiguió sobrevivir a los múltiples cambios de formación gracias al éxito de
crítica y público.
Sin embargo, con todo el peso sobre sus espaldas, el
cantante y guitarrista escocés estaba algo cansado de repetir siempre la misma
fórmula y tener que liderar con sus canciones una banda que, después de trece
años, apenas contaba con uno de sus miembros fundadores aparte de él, el
bajista John Illsley. De este modo, “On every street” se convirtió en el último
álbum de Dire Straits, dado el anhelo de Knopfler por probar nuevos sonidos y
desligarse de ciertas presiones comerciales que tenía la exitosa banda
británica. Tal era su deseo por desembarazarse de las viejas canciones rock que
ese último disco de la vieja etapa ya da pistas más que claras de los estilos
que guiarán la obra del guitarrista a partir de ese momento, con una importante
influencia del country y el folk.
Los sonidos novedosos de este último disco de Dire Straits
se dejan ver desde su inicio. “Calling Elvis”, canción que abre el álbum y
primer single del mismo, ya denota la pasión de Knopfler por el country,
explorando, al igual que “The bug”, el lado más divertido y rock’n roll de este
estilo. Este giro en el sonido de la banda también se nota en “When it comes to
you”, canción rock pero con un tratamiento más americano, y, sobre todo, en dos
ejercicios de ortodoxo seguimiento de las reglas del folk y el country, “Iron
hand” y “How long”. Mención aparte merecen también dos de las baladas del
disco, la bluesera “Fade to black” y “Ticket to heaven”, un corte con un
cierto toque cursi y demasiada nostalgia por los años 50.
Sin embargo, y a pesar de esta huida hacia la libertad de Knopfler, aún
quedan algunos temas que recuerdan a las antiguas canciones de Dire Straits,
como el trallazo rockero de “Heavy fuel” o las baladas lánguidas que tan bien
se ajustan a la guitarra y la voz del líder de la banda, “You and your friend”
y “Planet of New Orleans”. Además, “My parties” recupera esos toques a medio
camino entre el jazz y el rhythm’n blues que también solían sonar en los viejos
discos, mientras que “On every street” hace rememorar el delicado y personal
tratamiento a cada canción, una de las singulares características del, por
entonces, ya sentenciado grupo.